
Desde la década de 1920, George Cornelius había estado experimentando con aeronaves con flecha negativa y aplicaciones poco convencionales, como coches voladores. El Cornelius Mallard, construido en 1943, no solo tenía el ala con una fuerte flecha negativa, sino que además era un diseño sin cola. En teoría, gracias a su diseño y a un sistema de control patentado por Cornelius, era fácil de volar y a prueba de pérdidas y barrenas. Y, basado en este diseño, creó un depósito de combustible con alas con intención de aumentar el alcance de los bombarderos estadounidenses en el teatro de operaciones del Pacífico.
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