La promesa de cielos urbanos llenos de drones entregando paquetes y aerotaxis eléctricos transportando personas ha capturado la imaginación de la prensa tecnológica. Sin embargo, detrás del glamour y las demostraciones de vuelo, se encuentra una realidad compleja, donde la seguridad, la integración con la aviación existente y la viabilidad económica plantean serios desafíos, como hemos ido explicando en el blog y el podcast desde hace algún tiempo.
Ahora, además, vamos a introducir dos conceptos más: U-Space y e-conspicuidad. Pero, teniendo en cuenta que el U-Space es un nuevo tipo de espacio aéreo, empezaremos por ahí.
Las cabinas desmontables son viejas conocidas del blog. Básicamente la idea es siempre la misma: un contenedor que se pueda acoplar fácilmente a un avión y a un remolque, y que haga a su vez de fuselaje y de transporte por carretera. Minimizaría tiempos de carga y descarga y maximizaría el tiempo del avión volando, mejorando así la economía de operación.
En el contexto de la aviación civil posterior a la guerra, el B-17 se vendió como excedente y fue empleado profusamente como avión ejecutivo, y desempeñó un papel crucial como avión cisterna antiincendios, especialmente en las décadas de 1960 y 1970, operando junto a otros bombarderos excedentes de la Segunda Guerra Mundial.
En 1970, los hermanos Elgin, de Cody en Wyoming, decidieron re-motorización de sus B-17 cisternas con motores Dart, por un lado por la disminución de los suministros de repuestos de motores Wright R-1820Cyclone, por otro por lo limitado de la cantidad de agua que podían transportar con los motores de pistón.
Sin embargo, el tiempo de vuelo del B-17 modificado fue breve, ya que el 18 de agosto de 1970, el bombardero se estrelló mientras combatía un incendio cerca de Dubois, Wyoming. La Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB) calificó el accidente como un caso de entrada en pérdida, donde el avión chocó contra árboles durante la maniobra de recuperación tras la descarga de retardante. La tripulación perdió la vida en el incidente.
Llevamos muchos años hablando de una aviación más verde. Hay proyectos de todo tipo, desde motores hibrido-eléctricos a SAF, sin olvidar el hidrógeno y los más de 300 proyectos de movilidad aérea urbana eléctrica, pasando por los aviones supersónicos, e incluso hipersónicos, «verdes». Sin embargo, y cada vez más, muchas de estas iniciativas van cerrando, se quedan sin inversores ni financiación y los proyectos quedan —en el mejor de los casos—, retrasados a la espera de que la tecnología avance y los haga viables, y en los cajones de los proyectos cancelados en los peores de los casos.
En estos años, además, se ha dado otro efecto. La explosión de proyectos con filosofía de diseño, gestión y ensayos «a lo Silicon Valley«. Y últimamente, el descubrir que una aeronave no se puede diseñar como si fuera software y que la normativa aeronáutica es muy conservadora para, precisamente, lograr que la aviación sea el medio de transporte más seguro.
Y con la popularización de la Curva de Hype de Gartner, algunas personas han encontrado un paralelismo con la situación actual de desarrollos aeronáuticos, y se preguntan si no habremos llegado al valle de la desilusión, como este artículo de la Royal Aeronautic Society, que traducimos de forma resumida y complementamos en algunas partes con nuestro punto de vista, o este otro de TNMT, que citamos también.
Coulson Aviation ha sido la primera empresa en convertir un Boeing 737, en concreto la versión-300, en un avión bombardero de agua, o de lucha antiincendios.