Aterrizaje en un tejado en el corazón de París, galerías Lafayette

No es la primera vez que mencionamos la carrera París-Madrid, ni aterrizajes en los tejados y las galerías Lafayette en este blog, ni de atrevidos números casi circenses en las calles de esta ciudad

Pero es la primera vez que vamos a mencionar todo en una sola entrada… Y es que Jules Védrines, el ganador de la carrera que mencionamos más arriba, fue el primero en aterrizar en un tejado en París, en concreto en el de als galerías Lafayette, donde se instalaría unos años después el que, posiblemente, sea el primer simulador de vuelo recreativo de la historia.

Védrines es uno de los primeros aviadores franceses. Fue instructor del célebre Guynemer, y pionero en la infiltración y recuperación de agentes en territorio enemigo con avión, lo que él llamaba hacer un servicio de ómnibus. Con todo este currículum, ¿os sorprende que aceptara el reto de aterrizar en el tejado de las galerías? Como no podía ser de otra manera, recogió el guante, y dijo aquello de «sujétame el cubata champagne».

El reto había sido lanzado en 1908 por las propias galerías: darían un premio de 25000 francos de la época al primer aviador que aterrizara sobre su tejado. ¡Lo intentó incluso Roland Garros! Pero la pista parecía demasiado pequeña.

Fue justo después de la guerra, el 19 de enero de 1919, y desafiando la ley que prohibía aterrizar en la ciudad de París desde 1912.

Despegó desde Issy-les-Moulineaux, aunque necesitó un par de intentos, pues el primero se vio frustrado por la niebla. Poca gente estaba avisada de este vuelo, a excepción de unos cuantos periodistas, por eso tenemos fotos y películas del aterrizaje.

La improvisada pista de aterrizaje tenía 28m de largo por 12m de ancho, pero él estaba acostumbrado a operaciones STOL, ¡y tas las líneas alemanas!

Utilizando la Torre Eiffel como guía, se guió hacia París sobre la niebla, y aprovechando que a media mañana se despejaba, aterrizaba sobre tejado. El aterrizaje fue bueno (aquél del que sales por tu propio pie), pero no perfecto (aquél en el que el avión queda reutilizable). Tras reparar los daños, devolvería el avión al aeródromo de partida despegando desde el propio tejado.

El avión escogido fue un Caudron G III, un avión de 80 caballos, de 1914 que para el año siguiente ya estaba obsoleto. Pero la elección era clara, un avión de vuelo lento, y de capacidad STOL

El aviador se embolsaría 25000 francos, menos 16 que tuvo que pagar de multa por sobrevolar París.

Debería haberlo hecho mejor. Pero no es mi culpa. Yo estaba enojado. Durante cuarenta y ocho horas estuve preparado este intento, que se prolongaba debido a objeciones administrativas. La niebla exasperó mi irritación. Me fui volando en una niebla opaca. A una altitud de 300 metros, la Torre Eiffel fue mi punto de referencia. Pero estaba demasiado alto; Bajé, volví a caer en la niebla, de la que emergí, de repente, entre el Teatro Francés y la Ópera. Todavía estaba demasiado alto, pero pude vislumbrar en los techos de las Galerías al ver al personal que las ocupaba replegarse rápidamente para hacerme espacio. En mi aproximación, tuve que describir dos o tres curvas alrededor de las Galerías, para poder aterrizar en un vuelo lento. Estaba demasiado enojado. Iba en la dirección correcta y no podía esperar a terminar de una vez. Me lancé recto, demasiado rápido, pero el aterrizaje fue bien medido y, salvo una riostra, dejé intacto el avión que me habían confiado.

Jules Védrines

Desde entonces, una estela en el tejado de las galerias conmemora el aterrizaje –

Fuentes

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