El F-35A que creyó estar en tierra mientras volaba: claves del accidente en Alaska

El 28 de enero de 2025, un F-35A Lightning II de la Base Aérea Eielson (Alaska) terminó estrellado tras una misión de entrenamiento rutinaria. El el supervisor de vuelos de la base aérea, y un equipo de cinco ingenieros de Lockheed Martin estuvieron de conferencia telefónica durante casi una hora, dando instrucciones al piloto para intentar sacar el tren, pero al final el avión se convirtió en incontrolable y el piloto tuvo que saltar.

El informe oficial de la US Air Force Accident Investigation Board (AIB) revela una cadena de problemas técnicos y humanos que llevaron al desenlace.

Minutos después del despegue, el tren de morro no se retrajo correctamente. El motivo: el líquido hidráulico —que tiene un punto de congelación muy bajo, normalmente Skydrol o similar—estaba contaminado con agua, que se congeló en pleno clima ártico, bloqueando parte de los mecanismos.

Ante lo inusual del fallo, el Supervisor de Vuelo (SOF), inició una teleconferencia con ingenieros de Lockheed Martin. Durante casi 50 minutos, cinco ingenieros —de software, de seguridad de vuelo, especialista en tren de aterrizaje, del área de mecánica/hidráulica, y de de soporte en servicio— debatieron opciones para “enderezar” el tren «sacudiéndolo» mediante maniobras o tomas y despegues.

El tiempo pasaba, el combustible se consumía, y las soluciones propuestas no resolvían el problema de fondo: el hielo dentro de los amortiguadores hidráulicos.

El piloto, finalmente, probó dos tomas y despegues. La idea era que, al tocar pista, los sensores del tren se recalibraran. Pero lejos de mejorar, la situación empeoró: Tras el primer intento, el tren principal derecho tampoco se extendió del todo. Tras el segundo, el izquierdo comenzó a fallar. Pero los sensores detectaron falsamente “peso en tierra” y el ordenador de a bordo cambió al modo de control “On Ground”, diseñado para maniobrar el avión en pista.

En ese modo, los mandos ya no respondían como en vuelo normal. Para el sistema, el avión estaba rodando por tierra… aunque en realidad volaba a más de 300 km/h y a unos cientos de pies sobre el suelo. El caza se volvió incontrolable y el piloto tuvo que eyectarse.

El AIB concluye que la causa principal fue la contaminación por agua en el fluido hidráulico, probablemente introducida durante el mantenimiento. A temperaturas de -17 ºC, esa agua se congeló, bloqueando la extensión de los amortiguadores del tren.

Además consideran los siguientes factores que agravaron la situación:

  • Deficiencias en el programa de materiales peligrosos (HAZMAT), que no garantizó la pureza del fluido.
  • Falta de supervisión en los procedimientos de mantenimiento.
  • La teleconferencia con Lockheed Martin se centró demasiado en el tren delantero, sin valorar la creciente afectación de los trenes principales.

Y la siguiente lección aprendida:

Este caso muestra cómo en aviación militar de alta tecnología no basta con tener el avión más avanzado del mundo. Un simple contaminante en el fluido hidráulico y una interpretación errónea de sensores bastaron para que un caza de quinta generación creyera estar en tierra mientras volaba, llevándolo al desastre.


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