Hace dos años el sector aéreo, como el resto del mundo, se detuvo. Y las restricciones para viajar, la diferencia de normativas aplicables en cada país, y lo que se ha tardado en levantar estas restricciones y reabrir fronteras ha hecho que sea uno de los últimos sectores en reactivarse por completo.
Por todo eso no es de extrañar que esa reactivación haya venido acompañada de problemas. Los aeropuertos han sido ciudades fantasma durante dos años. Los aeropuertos estaban vacíos, las empresas que dan servicio a los aeropuertos también. ERES, ERTES y sus equivalentes en otros países, si los había, porque en otros sitios simplemente era despido. Y a la hora de volver no se ha planificado de forma correcta el ramp-up, que les gusta decir a los modernos, de contratación.
Por poner números, en Heathrow se prescindió de un tercio de la plantilla. En Gatwick sólo trabaja un 60% del personal que trabajaba en 2019. Sólo en Reino Unido se destruyeron 30000 puestos de trabajo directos en los aeropuertos.
La falta de imaginación de las empresas a la hora de crecer -ya se sabe, si una empresa no gana más que el año anterior pierde valor para sus inversores y si no se encuentra cómo crecer, se recorta en empleados y salarios- ha hecho que éstos bajen mucho en los últimos años. Externalización salvaje y bajada de salarios.
Antes cada aerolínea tenía sus propios empleados, incluso para handling. Ahora, como en ingeniería, como en IT, como en tantos otros sectores, se subcontrata, cuanto más barato mejor. La calidad de vida de los trabajadores ha empeorado, y trabajar en un aeropuerto ya no es atractivo. La diferencia salarial entre trabajar en un aeropuerto o unos grandes almacenes ya no es tanta. ¿Por qué cargar maletas bajo la lluvia en horarios intempestivos pudiendo estar a cubierto en un almacén, si el salario es casi igual?
Lo mismo se puede aplicar al sector de los tripulantes de cabina, que son percibidos por el público como meros camareros y camareras y encima ahora tienen incluso que limpiar el avión entre vuelos, pues los recortes se llevaron al personal de limpieza. Y por un sueldo bastante inferior al que se solía cobrar. O a los pilotos, que viven a salto de mata entre aeropuertos, un trabajo de los que más difícil es la conciliación familiar, por un sueldo muy inferior a lo que la gente cree…
Trabajar en aviación ya no es atractivo. Malos horarios, bajos sueldos, pérdida de los beneficios que suponía trabajar en la industria (viajar barato, billetes casi gratis…), cero glamour.
La pandemia solo ha acentuado lo que ya venía ocurriendo antes de ella: la gente ha descubierto que fuera de la aviación se vive mejor. ¿Falta personal? Sí. Muchos se vieron forzados a cambiar de sector por supervivencia. Y ahora no van a volver, porque han descubierto que viven mejor que antes, con más tiempo libre e incluso mejores turnos.
Por cierto, que todo esto es extrapolable a los controladores aéreos, a los ingenieros de mantenimiento, a los TMA, a los ingenieros que trabajan desarrollando nuevas aeronaves (¡ah, no!, que no se desarrollan nuevas aeronaves desde hace una década y no se las espera hasta casi 2030), y, en general, el resto de los sectores.
Continuamente oímos quejas de la industria a cerca de la falta de talento. Pero es que el talento se paga. Y si sólo se está dispuesto a pagar en cacahuetes, sólo se contratarán monos.
Si con los exagerados controles de seguridad de opereta, las prohibiciones a llevar agua, el tiempo extra que hay que pasar en los aeropuertos… la experiencia de viajar era incómoda, ahora, además, con la falta de personal puede convertirse en algo infernal.
Falta personal en los aeropuertos, en las dependencias de control y en las aerolíneas. Esto va a suponer retrasos, huelgas, cancelaciones y cabreos de los viajeros culpando al personal privilegiado que se pone en huelga secuestrando sus vacaciones.
Y con lo expuesto hasta ahora, no creo que resulte fácil recontratar a tanta gente. Por un lado, muchos han descubierto que viven mejor. Por otro, y mucho más peligroso, las empresas se han acostumbrado al coste de personal que supone tener una plantilla reducida, y como las empresas carentes de imaginación sólo saben ser rentables a base de recortar personal y exprimir al que queda, pues tampoco deben estar muy dispuestas a contratar. De lo contrario, lo hubieran hecho antes, con antelación para afrontar las previsiones de crecimiento de tráfico aéreo post-restricciones Covid-19.
Parafraseando a Juan Roca y Dabiz Muñoz, el talento es caro y hay que pagarlo.