Visita a La Muñoza, talleres de mantenimiento de Iberia

Hace un par de semanas recibimos un correo electrónico de Alejandra Cortés, invitándonos a visitar La Muñoza, los talleres de mantenimiento de Iberia. Y por supuesto, ¡¡no íbamos a decir que no!! Supuse que no íbamos a ser los únicos, así que puse un correo electrónico a Wicho, de Microsiervos y a RPla, de Aire,org y Lo Marraco. Rápido, y entre correos y Twitter localizamos a algunos de los demás asistentes: LandingShort, Surcando los Cielos, Juan de la Cuerva. A los demás nos los encontraríamos allí.

 

Iberia Mantenimiento

 

Foto cedida por Nacho Palou, de Microsiervos

 

Viernes 18, preparamos el equipo… esto es, la cámara compacta. Pensé en coger la reflex, pero luego recordé mi breve paso por mantenimiento, y preferí llevar algo pequeño y que no molestara en taller…

 

Iberia se encargará de recoger a los bloggers procedentes de fuera de Madrid en el aeropuerto. Los madrileños tenemos la opción de ir a Avenida de América y coger el microbús que proporciona Iberia, o bien ir en coche hasta La Muñoza. Los que tenemos que ir a trabajar después de la visita, escojemos esta segunda opción.

 

IBERIA

 

 

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70 Aniversario de la Batalla de Inglaterra

Curiosamente, la batalla de Inglaterra debe su nombre a un francés. En su alocución en la Cámara de los Comunes del 18 de Junio de 1940, el primer ministro W. Churchill dice: “Lo que el general Weygand llamaba la batalla de Francia ha terminado. Preveo que la Batalla de Inglaterra está punto de comenzar”

El general Weygand era el comandante en jefe de las fuerzas aliadas en Francia antes de su colapso. De no haber sucedido primero la batalla de Francia, jamás hubiera tenido lugar la de Inglaterra. Así que, discrepando de los historiadores que situan su inicio en el Adlertag (Agosto de 1940), situaremos el inicio de la misma en el día que se pronunció su nombre como tal, el 18 de Junio del 40.

Habían transcurrido apenas 2 semanas desde la conclusión de la Operación Dynamo, durante la cual, más de 300000 soldados que habían quedado atrapados en el área de Dunkerque fueron repatriados a las islas británicas. Era necesario ganar tiempo para volver a reequipar a estos hombres que habían abandonado todo su equipo en las frías playas francesas para maximizar el número de hombres evacuados. El canal, pero sobre todo la RAF les concederían ese tiempo.

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Profetas del poder aéreo

Era alrededor de los años 20 del siglo pasado cuando lunáticos  como Giulio Dohuet en Italia o el general Billy Mitchell lanzaban sus peligrosas soflamas sobre las nuevas amenazas que la aviación podía introducir en una futura guerra.

La historia de ambos es bastante triste e incluyen marginación y juicios.

El italiano cometió la osadía de vaticinar que en la próxima guerra los aviones atacarían a la población civil en sus propios hogares, más allá de las líneas del frente y, por tanto, la ruina de las naciones contendientes sería mayor que la sufrida en la trágica Primera Guerra Mundial. En 1936, el mundo contemplaba consternado la verdad en la arrasada villa de Gernika.

El segundo humilló a la marina hundiendo con una única y primitiva bomba (fabricada bajo encargo por artillería) un acorazado tipo “Dreadnaught” (el poder definitivo hasta la fecha) y proclamó la indefensión de la flota americana ante ataques de este tipo. Menos de 20 años después tenía lugar el ataque a la base aeronaval de Pearl Harbor donde la escuadra de acorazados del Pacífico fue practicamente aniquilada en unas pocas horas.

Noventa años nos separan de estos visionarios y hemos perdido contacto con lo que supone una guerra a gran escala. Estamos acostumbrados a que ninguna nación puede permitirse una fuerza aérea de la calidad y tamaño de la estadounidense, nuestro aliados. Nos hemos habituados a que las misiones de combate las realicen un par de aviones todo lo más. Las razones son muchas: el enemigo normalmente es pobre y no pone (si lo hace) muchos aviones en vuelo, los objetivos son esporádicos y tipo guerrilla, los aviones son caros, lo mismo que el combustible.

En definitiva, que con estas reglas, el que tiene menos dinero pierde.

¿Pero y si alguien rompe las reglas del juego?
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