Por Ignacio del Horno
No fue la primera gran travesía de aeronaves de la Italia fascista, pero sin duda fue la más famosa.
En un tiempo de paz en el que la Italia de Mussolinni era aún admirada como modelo de civilización y progreso y freno a la barbarie bolchevique, la fuerza aérea bajo el mando de Italo Balbo, se convirtió en el escaparate de la modernidad.
No podía faltar en las conmemoraciones de los 10 primeros años de fascismo en Italia.
El plan inicial era que una gran formación diera la vuelta al mundo en 1932, pero la invasión de Manchuria dio al traste con el gran sueño.
Hubo que rehacer planes, que requerían viajes y observaciones meteorológicas, por lo que el vuelo conmemorativo se retraso hasta 1933.
El objetivo ahora era ser la primera gran formación de aviones capaces de cruzar el turbulento y traicionero Atlántico Norte.
En 1933, cuando era aún muy raro para una persona normal el ver un avión en el cielo, la gran formación de hidroaviones Savoia Marchetti S.55, se convirtió en todo un acontecimiento.
En el verano de 1933, iniciaron su gran empresa.
Sobrevolaron los Alpes con rumbo a Holanda y de allí a las islas británicas, siendo recibidos como héroes allá donde amerizaban.
Justo a su llegada a Derry, sufrieron la primera baja mortal, perdiendo uno de los aparatos eb el accidente.
De allí, salieron hacia Islandia, donde permanecieron un tiempo en espera de las condiciones meteorológicas idóneas.
Es de reseñar que, para cruzar el Atlántico norte, usaron la muy novedosa e inteligente idea de usar el barco «Alice» anclado en Terranova como radiofaro y base de reaprovisionamiento al igual que un par de submarinos y dragaminas como balizas intermedias.
Aún así, el viaje no careció de sobresaltos.
En medio de una espesa niebla, se perdió el contacto con el hidro de Nannini. Tras unas horas de angustia, se descubrió que tan solo se le había averiado la radio y estaban sanos y salvos.
El viaje triunfal tuvo escala obligada en Chicago donde se celebraba la exposición universal aquel año.
Se reunieron 100.000 personas en el homenaje a las tripulaciones durante el cual
se inauguró un monumento a Cristobal Colón (con inscripción conmemorativa al vuelo) y se nombró jefe Sioux a Italo Balbo con el nombre de «Águila Victoriosa».
El vuelo de vuelta fue menos multitudinario pero igual de victorioso.
Al despegar de las Azores sufrieron la segunda víctima mortal, que no conocieron hasta llegar a Lisboa. La única ciudad que suspendió los actos en señal de luto.
El crucero aéreo de la década fue una hazaña que abriría camino a las rutas aéreas comerciales del Atlántico Norte.
En 1973, 58 supervivientes de las tripulaciones originales de 1933 fueron homenajeados de nuevo en la ciudad de Chicago.
Sin duda, fueron parte de uno de los episodios más notables (y más olvidados hoy día) de la historia de la aviación.
Incluso los hermanos Marx los parodiaron en su famosa película » Una noche en la Ópera». Aunque en realidad, de todos ellos, solo Balbo lucía una gran barba…