Desde que hicimos la salida a la Ferté Alais no había vuelto a hacer ninguna escapada a ningún festival aéreo fuera de España. Y el Flying Legends en Duxford era ese sitio al que siempre había querido ir, y siempre se escapaba. Así que allá por marzo, cuando recibí una llamada en la que se me decía «¿te vienes a Duxford? Vamos el viernes y volvemos el domingo, tienes dos minutos para decidir, estamos comprando ya los billetes de avión» no dudé ni dos segundos, los que tardé en decidirme.