Hace muchos años se llamaba Goliat. Se trataba de un pequeño tanque. Bueno, es un decir. Era más bien una carga de demolición con orugas que era teledirigida hacia el blanco donde se detonaba. Era pequeño y por tanto difícil de alcanzar con un contratanque, no tenía miedo y su capacidad destructiva asombrosa. Los efectos fueron devastadores especialmente en las grandes batallas urbanas de la segunda guerra mundial: Stalingrado, Varsovia,… Sin embargo, el Goliat tenia el gran problema del cable que podía ser cortado y debía ser manejado en alcance visual.
Los (futuros) nuevos drones suicidas de AeroVironment no tienen ninguno de esos problemas y presentan interesantes ventajas adicionales. En primer lugar vuelan y son relativamente silenciosos. Parece una obviedad pero no todos los drones van por el aire. En segundo lugar son controlados sin hilos y poseen cámaras de reconocimiento de su entorno, lo cual evita las siempre peligrosas avanzadas de identificación de posiciones enemigas.