Bombardeo de ciudades con barritas de chocolate, y una leyenda urbana

Unir aviones y publicidad siempre ha traído grandes resultados. De ahí que el primer vuelo publicitario, ¡y primer vuelo costa a costa de Estados Unidos! fuera tan temprano como en 1911. En España los pioneros de la publicidad con aviones y publicidad aérea fueron los cocholateros barceloneses de Nelia, y también de los primeros en arrojar dulces desde el avión. Más recientes y por tanto más posible que nuestros lectores tengan en la memoria, son el lanzamiento de pelotas de una marca de crema en la playa, o el CASA 101 paseándose por la Castellana.

Y en Estados Unidos, que en los años 20 estaban en plena explosión económica y tenían pilotos de sobra, formados en la Primera Guerra Mundial, con ganas de seguir volando, los ingredientes ideales para un cóctel que une chocolate, aviones, bombardeos y paracaídas.

Bombardeando las ciudades con chocolatinas en paracaídas

Uno de los principales actores de la historia es la Curtiss Candy Company en Chicago, Illinois, que buscaba arrebatarle el control del mercado de barras de chocolate a Hershey’s. Y buscaron cómo atraer la atención sobre su chocolatina Kandy Kake, renombrada Baby Ruth, . el nombre de la chocolatina a promocionar, que a su vez venía de Ruth Cleveland, nombre de la hija del presidente de los Estados Unidos, Grover Cleveland.

El otro de los protagonistas es Doug Davis, de una de las primeras troupes de espectáculos aéreos, el Doug Davis Flying Circus. Al recibir en 1924 el patrocinio de Otto Schnering, dueño de la Curtiss Candy Co.,se renombró como el Baby Ruth Flying Circus.

Davis había trabajado previamente para Schnering, y entre los dos surgió la idea de bombardear grandes ciudades con barras de chocolate en paracaídas desde tres biplanos WACO.

La enorme campaña publicitaris duró seis años. Viajando por ciudades de todo el país, Curtiss anunciaba la hora y el día del lanzamiento de dulces e instaba a los niños a reunirse en áreas abiertas, para recoger el chocolateado manna del cielo.

La primera ciudad fue Chicago, en 1923. El fin de semana del Cuatro de Julio de 1926, hizo la misma promoción sobre Coney Island. En Miami, en 1927, el propietario de una de las distribuidoras de dulces convenció a Davis para que dejara a su hijo de 12 años, Paul Tibbets, acompañarlo a lanzar las barras de chocolate sobre el Hipódromo de Hialeah.

Fue una gran impresión para el niño; más tarde dijo: «Desde ese día supe que tenía que volar». Tibbets sería el piloto del B-29 que lanzó la primera bomba atómica sobre Hiroshima.

“Había niños por todas partes en un gran campo abierto: teníamos campos grandes por todas partes en ese entonces. Los niños buscábamos impacientes el biplano. Finalmente, lo escuchamos primero, luego dio vueltas y luego vino bajo, y empezaron a caer los paracaídas. No creo que hayan funcionado muy bien, pero fue muy divertido correr para conseguir los dulces. Nos llenamos los bolsillos porque eran gratis. No creo que ninguno de ellos llegara a casa: quiero decir, fue una caminata larga y los niños tienen hambre.” dijo un hombre, compartiendo su historia sobre cómo él y su hermano caminaron las cuatro millas desde Norco hasta Corona para el lanzamiento de dulces.

En los recuerdos del hombre, también compartió que la caída de dulces fue complementada con la llegada de un camión Curtiss que proporcionó aún más golosinas.

Esos lanzamientos en California fueron los últimos. La Gran Depresión del 29 acabaría con la campaña publicitaria.

La leyenda urbana

En cinco minutos, Pittsburgh era un pandemónium de gritos. Doug Davis rugía por el distrito comercial, a una docena de metros por encima de las calles, haciendo loopings, toneles y picados entre los edificios. Los oficinistas de los pisos superiores experimentaron la sensación de oír un rugido; al mirar por la ventana, vieron una máquina voladora a pocos metros de distancia.

La gente se precipitó a las calles y tejados. Los niños salieron corriendo de las escuelas, los conductores dejaron los coches parados en los cruces. El tráfico se atascó durante manzanas y manzanas.

Cuando estuvo absolutamente seguro de que tenía la atención de Pittsburgh, el Sr. Davis hizo aquello para lo que le habían contratado. Subió a la altitud adecuada y arrojó su carga. Sobre Pittsburgh llovieron cientos de pequeños paracaídas, cada uno de ellos con una barrita Baby Ruth de cinco céntimos. El pandemónium se duplicó. La gente se arriesgaba a caer desde las ventanas para alcanzar los paracaídas.

Los niños salieron corriendo a la calle (sin peligro: el tráfico estaba irremediablemente atascado) y los adultos se pelearon por los dulces gratis.

Al cabo de un par de horas, cuando Davis se quedó sin gasolina y sin Baby Ruths que lanzar, Pittsburgh recuperó una especie de orden. Los padres de la ciudad se dieron cuenta enseguida de que, a menos que se hiciera algo rápidamente, Pittsburgh sufriría un caos constante, con o sin caramelos gratis. El ayuntamiento se reunió en sesión de urgencia y aprobó una ordenanza por la que se prohibían los vuelos de aviones sobre la ciudad y por debajo de una altura de varios cientos de pies, y se declaraban ilegales las barras de caramelo en paracaídas.

Sin embargo la historia ni ocurrió ese año, ni en Pittsburg, ni fue tan escandaloso como nos lo pintan. ¿Qué fue lo que ocurrió? Aquí es donde nos desmienten el bulo en Death from above and by chocolate, con una noticia mucho menos impactante:

Doug H. Davis, aviador de Georgia, que ha estado distribuyendo muestras de caramelos desde una aeronave, ha sido multado hoy con 10 dólares en el tribunal de policía. Se trata del primer aviador que es detenido aquí. La detención fue efectuada por un agente en motocicleta tras el aterrizaje de Davis. Es una violación de la ordenanza de la ciudad lanzar cualquier cosa desde aeronaves en Macon.

Cuyo código municipal reza:

§3.10: «Será ilegal para cualquier persona o personas dejar caer desde cualquier aeronave, panfletos, papeles, dispositivos que produzcan ruido u otras cosas».

Eso es lo más parecido al legendario bombardeo de caramelos de Pittsburgh. Ocurrió en otro año, en otra parte del país. No causó un pánico generalizado, y no llevó a la ciudad a cambiar sus leyes, sino que fue una violación de una ordenanza existente.

Entonces, ¿cómo cambió la historia y pasó de una multa de 10$ a un caos generalizado Trasladar la fecha de 1923 a 1924 probablemente se deba a una mala gestión de los registros y a recuerdos personales confusos. Trasladar la localización a Pittsburgh, una ciudad con diez veces la población de Macon, puede ser una campaña de marketing, o un error introducido al contar una y otra vez la misma historia, en ambos casos en un intento de hacer que la historia parezca más importante, como convertir una multa de 10 dólares en una historia desgarradora sobre gente que se cae de los edificios y pánico en las calles.

Durante setenta años, la gente ha estado regurgitando (y posiblemente amplificando) esa historia, que parece sacada de algún cerebro pensando en el marketing viral de hoy en día sin molestarse en verificarlo.

Por cierto, no sería el último Candy Bomber, pero eso es otra historia

Fuentes


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