Gracias a un amiguete, Alejandro Irausquin, desucbríamos a este saltador base y su alfombra voladora convenientemente tuneada para asemejarse a la de Aladdin en la célebre película de Disney.
Investigando un poco más hemos encontrado que el saltador se llama Freddy, que tiene más de 20 años de experiencia en salto base, y que se dedica a investigar con wingsuits de bajo coste, tales como la alfombra, bolsas de basura, basura, o pieles de animales (parece simulada).
En la biografía de su cuenta de Instagram, @alladin_skylab, se describe como un artista que realiza ensayos de salto base de bajo coste con alfombras voladoras, pieles y otras telas tensadas. Y en sus publicaciones bromea —o eso creemos, ¿o investiga realmente si el ser humano usó tejidos tensados para descender rápidamente de montañas y acantilados?— con que es posible que el humano volara hace muchos miles de años atrás, incluso como ritual de iniciación, que tan sólo le queda averiguar la forma en la que podían aterrizar, tal vez la ciencia pueda ayudarle…
Marco Fürst y Marco Waltenspiel, dos paracaidistas austriacos, atravesaron con sus wingsuit el famoso puente en el corazón de la ciudad a una velocidad de 246 km/h.
Saltaron de un helicóptero al oeste del puente el 12 de mayo a las 5:22 am hora local. Las condiciones de la mañana debían ser perfectas para garantizar un vuelo seguro.
Cayeron desde una altura de 914 metros, 1.2 km al oeste del puente para obtener la velocidad y el ángulo de descenso adecuados.
Sus trajes de ardilla voladora les proporcionaron una tasa de planeo de 3:1
El hueco por el que tenían que pasar era de 65m x 32m.
El vuelo duró aproximadamente 45 segundos.
Después de pasar el puente intercambiaron energía cinética por energía potencial, trepando hasta unos 80 metros sobre el río, para abrir sus paracaídas.
Aterrizaron de forma segura en barcazas en el centro del río Támesis.
Los trajes ala, popularmente conocidos por su nombre en inglés wingsuit, llenaron los blogs de aeronáutica y tecnología así como las páginas de los periódicos deportivos y telediarios. Útiles, tanto desde el punto de vista militar como deportivo, en España fue famoso el Proyecto Alas, del fallecido Álvaro Bultó, Santi Corella y Toni López. Y el vuelo de Alexander Polliatravesando la roca foradada de Montserrat. Incluso trajimos a Sandglass algún antecesor de los años 30, y se hizo muy popular con los deportistas que practican salto base. Y ahora vuelven de mano del austriaco Peter Salzmann y de BMW, mezclando el traje flexible con los motores a reacción, a lo Yves Rossi.
Estos trajes de ardilla voladora dan un coeficiente de planeo bastante pobre, entorno a 3:1. Esto es, por cada metro que se cae se avanzan tres. EN una avioneta con el motor al ralentí se tiene una relación de 12:1, aproximadamente. Las posibilidades de corrección en caso de ir demasiado cerca de la roca son escasas, y el tiempo de planeo es corto. La evolución era clara, había que añadir un motor. Y esa idea rondaba la cabeza de Peter Salzmann, que se aproximó al estudio de diseño de BMW Design works con esta idea, utilizar hélices entubadas para aumentar el tiempo de planeo y añadir potencia a su wingsuit.
El estudio se realizó paso a paso. Primero con maquetas en cartón para encontrar el tamaño idóneo del propulsor, después con maquetas de aluminio y fibra de carbono para encontrar la aerodinámica adecuada así como realizar ensayos en tunel de viento para medir fuerzas y momentos. De hecho inicialmente se probaron dos tamaños, teniendo que ser descartado el mayor de ellos por ser incómodo, ¡aunque ofrecía un 40% más de empuje! El resultado final es un dispositivo de 12kg que se lleva en el pecho, tiene como un metro de ancho, una batería de 50V que alimenta a dos hélices entubadas de fibra de carbono de 13cm de diámetro, que giran a 25000rpm, ¡lo que seguro que es de todo menos silencioso!.
Una vez finalizados todos estos estudios previos y correcciones llegó la hora de probarlo en persona. Obviamente no saltando desde un acantilado o desde un helicóptero, sino en un tunel de viento vertical, del mismo estilo que el popular Madrid Fly, donde comprobó que podía abrir el paracaídas sin problemas. En ese túnel de viento vertical Salzmann comprobó que el diseño era estable y manejable. Tras ello realizó varios saltos desde un helicóptero para ver cómo influía el equipo en la caída. Y ya solo quedaba el siguiente paso: saltar desde un helicóptero para comprobar cómo funcionaba. Y por ello se realizaron dos prototipos.
Salzmann ha realizado más de 30 saltos. En los primeros vuelos los prototipos no funcionaron muy bien, el flujo de aire que llegaba a las entradas de aire no era suficiente. Pero, una vez afinados los prototipos, Salzmann ha podido comprobar que el dispositivo no solo da empuje suficiente como para prolongar el planeo y suavizar esa tasa de caída de 3:1 de la que hablábamos antes, sino que además le permite realizar trepadas.
De momento no se piensa en su comercialización. ¿Estaremos viendo el nacimiento de un nuevo deporte?