Nunca como hoy ha habido tantos escépticos con la llegada del hombre a la Luna. Recuerdo a mi pobre abuela que en paz descanse que nunca se lo creyó. Su razón era muy simple: eso es imposible. Recuerdo también que nadie con un poco de cultura en los años 70-80 ponía en tela de juicio la histórica pisada de Armstrong. Incluso había teorías alternativas. No puedo evitar un poco de simpatía por la defendida por el periodista J.J. Benitez según la cuál, las imágenes que vimos eran falsas puesto que, lo que Armstrong descubrió en el mar de la tranquilidad fue un Selenita (que cási le cuesta un infarto) y posteriores misiones descubrieron construcciones alienígenas finalmente destruídas por una explosión nuclear provocada por el último proyecto Apolo. Hay que reconocer que es la más emocionante…
Sin embargo hoy, 40 años después, todo el mundo parece haber estado trabajando aquellos días en la NSA (sí, no me he dejado una «A», es la agencia de seguridad nacional), y llevaron en el coche a Kubrik para que rodara la película falsa, y luego asesinaron a los que conocían la trama. A diferencia de mí, a esta gente les gustan más los thrillers que las películas de marcianos.
Al margen de que la película fuese o no fuese verdad, estamos obligados a mirar hacia atrás a esos hombres, no solo a los astronautas, ellos son responsables del «futuro» que vivimos hoy día. Un futuro que ellos soñaron y para el cual pusieron las bases.
No tenemos derecho a cruzarnos de brazos mirándonos al ombligo creyéndonos el cúlmen de la civilización y considerando la exploración del espacio como un despilfarro sin sentido de fondos públicos. Todo lo contrario.
Sin el proyecto Apolo y sus predecesores (Mercurio, Saturno,…) no tendríamos satélites meteorológicos, ni gps, ni telefonía móvil, ni ordenadores, ni pda’s, ni comida deshidratada, ni ropa especial térmica de alta-montaña, ni gafas de sol protectoras de rayos UV-B,…
La lista es casi infinita.
Este mundo de hoy necesita escudarse en la mentira, necesita que lo sea para ocultar la verguenza de que en 40 años no han producido ni un solo héroe como Armstrong, Aldrin y Collins. Esta sociedad inmersa en la dinámica del pelotazo y el beneficio inmediato, lleva 40 años dando largas a los sueños de aquellos visionarios con la esperanza de que algún día fallen estrepitósamente para cortar sus presupuestos de raíz.
Se escudan en que la carrera espacial fue producto de la guerra fría, que fue tirar el dinero. ¿Tirar el dinero? ¿Más que destinarlo a subvencionar obras de teatro de las cuales no queda absolutamente nada de provecho?
Nos quejamos de la violencia de los niños, de la falta de valores de la juventud, del exceso de alcohol y somos todos culpables. No son más que un ejemplo de lo que nos hemos convertido.
Los niños de los años 40 tenían los héroes de la II GM, los de los 50 tenían a Gagarin y los astronautas del proyecto Mercurio, los de los 60 tuvieron a los del proyecto Apolo…A partir de los 70 no hay nadie, no hay héroes, solo el vacío más absoluto. Tenemos la obligación de proporcionarles modelos en los que mirarse. Héroes de verdad en los que reflejarse.
Aún no es tarde, volvamos a la Luna. Lleguemos más allá: a Marte.
Todo es posible. Solo hace falta voluntad y medios.
Resucitemos los héroes de la carrera espacial y no solo progresará la técnica, también mejoraremos como sociedad.
Para mí, Armstrong, Aldrin y Collin no solo llegaron a la Luna, nos trazaron el camino a seguir para subir más allá.
Hasta el infinito o, como dice el lema de la RAF, «Per Ardua, Ad Astra»