Chatos Españoles

Página del boletín «Ejército del Ebro», editado por su comisariado en octubre de 1938.

 

Chatos Españoles

 

 

 Tranquilos, no os vamos a hacer leerlo directamente de la página escaneada con no mucha resolución. Los amigos de Historia Rei Militaris lo han transcrito, así que se lo vamos a fusilar para vuestro disfrute:

 

 

CADA UNO, UN EJEMPLO

En estos días en los que he convivido con los jóvenes pilotos republicanos, he tenido ocasión de ver de cerca casos de heroísmo (que casi parecerían cuentos al ser relatados) y de enterarme de vidas asombrosas e insospechadas. Cada piloto nuestro, cada muchacho español de estos que derriban a diarios los «Fiats» y los «savoias», es una historia ejemplar e inaudita.

Uno (Miguel Zambudio) era huertano y a los 19 años de edad manda 45 «chatos» y demuestra ser un verdadero técnico habilísimo del combate aéreo; otro (Rafael Belda) era cartero y ahora manda una patrulla que derribó ya ocho o diez aparatos enemigos; otro ( Juan Sayós) era electricista antes de la guerra y resultó tan excelente aviador, que se le ha utilizado hace meses como profesor de pilotaje y navegación aérea…

Así se podrían citar docenas de casos; pero hoy sólo vamos a escribir unas líneas sobre el sargento Álvaro Muñoz, un joven piloto de la escuadrilla que manda Antonio Nieto.

A VECES NO SE LE PODÍA VER

Álvaro Muñoz es un muchacho alto, fuerte, sonriente. Estudiaba la carrera de Derecho antes de que empezara todo este jaleo… Pero, naturalmente, no sólo estudiaba… Y, prueba de que no solamente se dedicaba a estudiar es que estuvo preso ocho meses, cuando la Revolución de octubre, allá en tierras del Norte. Fue uno de los fundadores de la J.S. U. de Irún y se le podía ver muchas veces en las manifestaciones callejeras y en las huelgas, junto a los obreros. otras veces, en cambio, no se le podía ver. pero entonces (matemáticamente) es que estaba en la cárcel, aguardando con ansiedad la consabida amnistía que le permitiera emprender de nuevo la lucha social y seguir asistiendo ( además) a sus clases en la Facultad.

UN FIAT MENOS

Estalló la guerra, y Álvaro Muñoz, el estudiantes, se hizo aviador. Hoy es uno de los mejores pilotos de «chatos» con lo que cuenta «La Gloriosa», y ha tomado parte en tantos combates aéreos y ha derribado tantos aparatos, que habría que escribir un libro si se quisieran recoger sus hazañas.

Hemos estado un gran rato charlando esta mañana, él y yo, en el aeródromo. Llueve insistentemente y eso nos da mayor tranquilidad y tiempo para conversar a gusto. Los «chatos», cubiertos con lonas impermeables, aguantan afuera el chaparrón incesante sobre el campo enfangado.

Álvaro me cuenta detalles de la célebre y reciente batalla aérea de Gandesa, en la que, como recordareis «La Gloriosa» derribó nada menos que 19 «Fiats».

Aquel día (me dice) aunque a «la cosa» se la llamó después «el combate de Gandesa» había jaleo en tres sitios al mismo tiempo: sobre la Mota de Ebro, sobre Gandesa y sobre el mar, en la desembocadura del río… kilómetros y kilómetros de cielo estaban cubiertos de grupos aislados de aviones, combatiendo encarnizadamente… De vez e cuando se veía caer envueltos en llamas a alguno, o el puntito blanco de un paracaídas lejano.

Yo iba en mí «chato», en tensión, buscando presa, vigilando en todas direcciones… De pronto vi un «Fiat» que venía hacia mí. Venía como loco, a todo gas, cruzando el aire como una bala. Por su dirección comprendí que venía del mar, del combate que se ventilaba sobre las olas y del cual huía (presa del pánico) el piloto del «Fiat». Apoyé los pulgares en los botones de las ametralladoras de mi «chato» y me lancé decididamente sobre el italiano…

Álvaro Muñoz hace una pausa para recordar después: pocas veces me he arrimado tanto a otro avión para derribarle como aquella vez… Mí enemigo quería librarse de mí, haciendo piruetas que no le valían… Le dí una pasada, segura y lenta, soltándole el doble chorro de balas de mías ametralladoras. estábamos tan cerca, que ví como mí rival se retorcía de dolor, acribillado a tiros y seguramente asombrado de que yo me hubiera arrimado tanto… Luego le dí una segunda pasada y ya cayó, incendiado, vertical hacia la tierra…

Y así fue como mordió el polvo de la derrota, en aquella célebre batalla de Gandesa, un piloto profesional italiano, a manos de un antiguo estudiante de Derecho, español legítimos, que siempre estuvo junto al pueblo.

Así fue como cayó uno de aquellos 19 «Fiats», que registró después, concisamente, el cotidiano parte de guerra.

vía Fotos/videos de AVIACION GUERRA CIVIL ESPAÑOLA en Facebook

 

 

 

 

 

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