Tenemos por costumbre felicitaros las fiestas con una tarjeta de Navidad aerotrastornada. Esta vez haremos una excepción. Hemos escogido una de hace exactametne cien años, de la Primera Guerra Mundial. Entonces muchos jóvenes estaban lejos de su casa, preparándose para pasar la la Navidad sin los suyos, en medio de una guerra, y mirando el sol al amanecer, si es que podían sacar la cabeza de la trinchera, con esperanza de poder volver a casa para año nuevo. Casi cien años después, muchos vivimos una situación similar. Cierto, no estamos metidos en barro hasta la cintura, ni las ratas se comen los cadáveres de nuestros compañeros en tierra de nadie, y estamos calientes en una casa. Pero ese estar lejos de casa, trabajando o intentando conseguir trabajo, lejos de los tuyos, sigue siendo duro.
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