94 años del hundimiento del Lusitania, el día que decidió la entrada de EEUU en la Gran Guerra

El 7 de Mayo de 1915, hace hoy 94 años, tuvo lugar uno de los hitos de la guerra propagandística: el hundimieno del Lusitania.

Por aquellos días, la población de EEUU era profundamente aislacionista y se oponía a los deseos, por aquel entonces aún no proclamados, del presidente Woodrow Wilson de unirse a Francia e Inglaterra en la Primera Guerra Mundial. Es más, el nada desdeñable procentaje de población estadounidense con orígenes germanos sentía profunda simpatía por la causa de las potencias centrales.

La flota alemana había hundido, o capturado si aceptaban rendirse, numerosos barcos mercantes de potencias neutrales. Por desgracia, los submarinos no podían aceptar rendiciones. Su única ventaja radicaba en la sorpresa. Navegaban habitualmente en superficie, solo se sumergían durante cortos periodos de tiempo para atacar o intentar evadirse. Eran maniobras lentas y muy peligrosas. Nunca sabían si serían capaces de emerger de nuevo. Dar un preaviso a un barco significaba darle tiempo de radiar su posición y enfrentarse a una intercepción con fuerzas de caza siempre superiores en potencia y números.

Los submarinos aliados estaban en igualdad de condiciones pero eran muy poco numerosos y no habían logrado ningún éxito. La propaganda aliada los condenaría al ostracismo hasta los años 30 calificándolos de «arma innoble». En cambio, la guerra submarina alemana estaba haciendo mucho daño a Gran Bretaña. La única manera en que Wilson podía ayudar a sus hermanos anglosajones sin enfrentarse a su propio país era a través del comercio. Como los mercantes eran blancos declarados se recurrió al viejo ardid de los escudos humanos.

El servicio de inteligencia alemán no tardó en enterarse de la nueva estrategia: la tragedia estaba servida.

El Lusitania fue atacado por un submarino alemán hundiéndose en 18 minutos. Un tiempo considerado muy breve para una nave de sus dimensiones que siempre hizo dudar a los expertos de su carga.

Recientes investigaciones submarinas han confirmado que el Lusitania sí transportaba munición, además de pasajeros, a las islas británicas. El cargamento en sí no era decisivo para el esfuerzo bélico, las consecuencias de las bajas civiles norteamericanas si lo fueron.

La maquinaria de propaganda se puso en marcha. Los rodillos de la prensa aplastaron la causa de las potencias centrales en cuestión de días perdiendo los pocos apoyos que pudieran quedarles entre los banqueros de Wall Street.

Los americanos empezaron a considerar necesario ir «over there!»

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