Primera Guerra Mundial, la guerra en el aire es nueva, y los aviones son como los ordenadores hoy en día: a los 4 meses de salir de fábrica está obsoleto. La tecnología aeronáutica se desarrolla a pasos agigantados. En tierra las potencias se desangran, y en el aire el ingenio desarrolla máquinas que vuelan cada vez más alto, más lejos, más rápido… y con más armamento.
El SE. 5 es seguramente de los más rápidos, alcanza más de 200km/h, robusto y con un balance equilibrado entre maniobrabilidad y sencillez de pilotaje, con dos ametralladoras, una sobre el ala, para salvar el arco de la hélice y la otra sobre el fuselaje, sincronizada con la hélice.
El D.VII es casi lo último en tecnología alemana. O mejor dicho, holandesa. Salido de la casa Fokker, tubo de acero soldado y recubierto, agil y con una relación potencia/peso que le permite ‘quedase colgado de la hélice disparando hacia arriba’. Lo entrecomillo porque no recuerdo en qué libro lo leí hace tiempo. Excelente aparato, tanto que aparecería reflejado incluso en el Tratado de Versalles… y que aún estaría ‘en servicio’ después de la guerra en forma de entrenador biplaza
Y ahora… en vuelo, una vez más, sobre Francia, desde el aeródromo de Cerny, cerca de la Ferté Alais, uno al lado del otro, en lugar de uno contra el otro…
Esto me recuerda, por cierto, que el festival de la Ferté Alais de este año tiene que estar al caer