La antigua planta de bombarderos B-24 de Willow Run en Ypsilanti Township — construida por Henry Ford para fabricar aviones militares durante la SGM y más tarde usada por General Motors como planta de motores — será con casi toda seguridad demolida a finales de este año para hacer sitio al progreso.
Tres mujeres que trabajaron en la fábrica de bombarderos regresaron el sábado por primera vez desde la Guerra en un viaje organizado por la American Rosie the Riveter Association. Otras 27 “Rosies” que trabajaron en la guerra en otras plantas también asistieron.
Con el sol bañando los restos industriales esparcidos sobre la superficie de grava fuera de la fábrica abandonada, las Rosies miraron hacia arriba a las puertas de 36 pies de altura y 150 pies de ancho de la planta abriéndose. Aquellas puertas, una maravilla de la ingeniería, se abrieron 8685 veces para permitir salir los bombarderos B24 al cercano aeropuerto de Willow Run para realizer vuelos de prueba durante la guerra.
“¡Quiero ir a trabajar!” dijo la antigua trabajadora de la planta de bombarderos de Willow Run Blanche Mericle, a sus 95 años, de Belleville, Mich., según se abrían las puertas.
La visita llegó mientras el cercano Museo del Aire Yankee está intentando reunir 5 millones de dólares en 2 meses a través de SaveTheBomberPlant.org para comprar una porción de 175,000 pies cuadrados de los 5 millones de pies cuadrados de la factoría para salvar un poco de espacio de ser demolido y convertirlo en su nueva sede.
“Haremos todo lo posible para salvar un poco de vuestra historia” dijo Dennis Norton fundador del Yankee Air Museum a las Rosies reunidas para vistar la planta de bombarderos.
La quiebra de GM, que está solicitando la demolición de la planta, ha accedido a la venta de una pequeña porción de la fábrica para el museo si se puede llegar a su meta de recaudación de fondos. El resto será demolido para hacer la propiedad más comercial para el desarrollo. Las puertas terminaron de subir y los ojos de Mericle se abrieron de par en par según renacían los recuerdos.
“Hacía calor aquí,” decía, caminando lentamente apoyada por su sobrino. “El turno de tarde era mejor por el viento.”
Antes de la guerra, las mujeres raramente trabajaban en las factorías americanas, pero cuando se cerró la planta, las mujeres eran el 40% de la plantilla laboral. Podían ganar hasta 300 $ al mes, igual que los hombres, y a menudo ganaban ascensos, comentó el tesorero del Yankee Air Museum, Randy Hotton.
Las mujeres se parecían a Rosie la remachadora usando pañuelos rojos, camisas azules y sombreros blancos adornados con «Rosie» bordado en rojo, un icono de la ficción de que el gobierno de EE.UU. creó para animar a las mujeres a entrar en el esfuerzo industrial durante la guerra.
Pero Rosie tenía raíces reales. Una de las mujeres a que se la atribuye la popularidad de la imagen era Rose Will Monroe, natural de Kentucky que se trasladó a Ypsilanti, Mich.,a trabajar en la planta de Willow Run.
Ninguna de las Rosies de Willow Run que visitaron la planta el sábado conoció a Monroe — algo normal ya que ella era solo una de los 42,000 empleados en el momento de plantilla máxima.
El lugar era tan grande que era habitual que los trabajadores se perdiesen. Se establecieron campamentos temporales para 5000 trabajadores porque no había suficientes edificios para todos los que emigraron a trabajar allí.
Los empleados trabajaban turnos agotadores, pero las Rosies decían que las condiciones eran seguras y sus colegas masculinos las trataban con igualdad. “Todo lo que hacía era prepararme para ir a trabajar y luego salir de allí” decía Ruth Pierson-Webb, 93 años, de Wayne, Michigan. “Tenía que ir y mirar a los remaches para asegurarme que todos estaban bien.”
La planta era un ejemplo de eficiencia industrial, sacando un bombardero B24 cada 55 minutos en sus mejores momentos. Hoy día, todavía permanence en el aire el olor de los fluídos industriales. Un recuerdo de los 82 millones de transmisiones fabricados por GM en esta planta de 1953 a 2010.
Emma Rancour de South Lyon, Mich., consiguió un trabajo en la planta de Willow Run a la edad de 19 años en 1943, quedó asombrada del gran tamaño de la planta
“Era como una ciudad en sí misma,” recordaba Rancour de 88 años, que no se unió al tour. “Era increíble la cantidad de manos que fabricaban un avión.”
Cuando la trabajadora de la planta de Willow Run Mae Perry de 88, (Taylor, Mich.), trabajaba en la planta, ”estaba todo impecable” comentó mirando el ennegrecido techo de la factoría. “tenía que estarlo.”
“Ahora”, añadió, “está casi en ruinas.”
Las Rosies envejecen, pero su papel en ayudar a ganar la guerra no puede ignorarse.
“Esta es una parte muy importante de la historia americana y,” comentó Hotton. “Hay tantas historias fabulosas y, esta planta, si podemos salvarla, es un lugar donde puedes venir y ver estas historias volver a la vida.”
Después de su tour el sábado, las Rosies vieron cerrarse las puertas, crujiendo lentamente a medida que el aire caliente se agitaba a través de sus pañuelos rojos.
“Es una gran vieja fábrica,¿verdad?” dijo Pierson-Webb, observando las puertas desde su silla de ruedas.