Noventa y un años han pasado y al fin ha sucedido. Mucho han durado dirían algunos…Sí y no. Me explico. Sí porque han aguantado hasta unas edades verdaderamente longevas.
No, porque, como aquel que tiene un tesoro, hubieramos deseado conservar para siempre con nosotros a los testigos directos de la guerra más sangrienta de todos los tiempos. (In Flanderns fields, the poppies grow, between the crosses. Row in row…)
Este es el primer 11 de Noviembre que pasaremos solos. En pocos meses se fueron al oeste (expresión de la época para el morir) los pocos que nos quedaban. El cierre lo puso el último Tommy, Harry Patch.
Nos han quedado sus historias, sus consejos, pero ya no será lo mismo. Sus voces han callado. Al fin han podido reunirse con los amigos perdidos hace cási 100 años. Cási puedo verlos caminando de uniforme por su Inglaterra de 1914 donde les aguardan sus compañeros, novias e hijos perdidos en los mares del tiempo.
– ¡Caramba Harry, cuánto has tardado! No podíamos empezar la fiesta sin tí…
No se me ocurre mejor homenaje para ellos que la plegaria fúnebre a la muerte del aviador norteamericano Frank Luke:
las paredes están desnudas.
Se oye el eco de unas risas,
los muertos están ahí.
Sostened firmes la copa.
El mundo es una mentira.
A la salud de los muertos,
y viva el próximo que muera