Aunque ya lo habíamos mencionado alguna vez de pasada en este blog, nunca le habíamos dedicado una entrada entera para él solo. Hubo una época en la que los vehículos de cojín de aire parecían la panacea. Eran los auténticos todoterreno. Podían desplazarse con la msma facilidad sobre el agua que sobre la tierra, aunque no hubiera ningún tipo de carretera. Y solo fue cuestión de tiempo para que a alguien se le ocurriera unir este invento a un avión. El avión de transporte definitivo, capaz de aterrizar en todo tipo de pistas, pavimentadas o no, y operar también como un avión marítimo. El mejor avión anfibio que uno se podía imaginar, a la hora de realizar transportes tácticos. Las desventajas, la de todo aerodeslizador u hovercraft: alto consumo, complejidad técnica, y altos costes. Al final, y como pasara con los trenes de aterrizaje de oruga y con los anfibios, el desarrollo de aviones STOL con tren convencional capaces de aterrizar en pistas no preparadas y mucho más económicos de operar y mantener que éstos, mataron el desarrollo de este tipo de trenes de aterrizaje no convencionales.