El 16 de Julio de 1927, el Major Ross E. Rowell del Escuadrón de Observación Nº1 del cuerpo de Marines de los EEUU dirigió su fomación de 5 DH-4contra fuerzas terrestres durante la batalla de Ocotal en Nicaragua. Este hecho es ampliamente contemplado como el primer bombardeo en picado de la historia de la guerra, aunque se realizaron notables esfuerzos por parte británica durante la Primera Guerra Mundial.
En Diciembre de 1933, el ministerio del aire alemán compró dos caza-bombarderos Curtiss Hawk II – la variante de exportación del F11C Goshawk. Estos aviones habían impresionado a Ernst Udet en las demostraciones de bombardeo en picado en las carreras aéreas de Cleveland en 1931, y se cree que voló un modelo en la factoría Curtiss en Buffalo en Septiembre de 1933. Udet went on to volaría uno de sus Hawks alemanes en las olimpiadas de Berlín en 1936.
Por esta fecha, Alemania poseía solo un bombardero en picado – el Heinkel 50 (originalmente diseñado para la Marina Imperial japonesa) , aunque había invertido muchas horas de investigación en este campo, particularmente en el caza Junkers K 47
No hay duda en afirmar que Udet era un entusiasta del bombardeo en picado y, afectó al futuro de muchos en la Luftwaffe.
A menudo se ha contrapuesto el papel de Udet al del General Wever, según los estudiosos, el más firme defensor del bombardeo estrategico. Resulta ridículo pensar que la Luftwaffe podría haber dado la vuelta a la guerra de haberse concentrado en este último enfoque. Es más , dada la ingente necesidad de pilotos y aparatos necesitados, es de preveer que el resultado para Alemania hubiera sido catastrófico. Simplemente pensemos que fabricar cuatrimotores reduce por más de 4 la producción de aparatos monomotores (hay que pensar en cuatro veces más respuestos, por lo que no es 4 exactamente) y que ya en 1941, los efectivos de la Luftwaffe no alcanzaban a cubrir la totalidad de anchura del frente ruso.
Por otro lado, el concepto de blitzkrieg de Guderian y otros, implicaba la acción directa de la llamada “Artillería Aérea”, algo totalmente fuera del alcance de los bombarderos estratégicos de los años 30 y 40 (recuérdese el fracaso de los pesados en el apoyo directo a tierra tras Normandía). La blitzkrieg aspiraba a la derrota de los ejércitos enemigos sin necesidad de destruir al enemigo, y mucho menos al país. EL puntal fundamental de la Blitzkrieg es el concepto de “supresión”. Ya no es necesario aniquilar al enemigo hasta el último hombre con el enorme coste de munición y vidas de la IGM. Basta con mantenerle ocupado para impedirle defenderse adecuadamente, romper sus líneas, irrumpir en su retaguardia y forzar una rendición o una desbandada. La blitzkrieg dejaba por tanto al vencedor, una nación con todos sus medios productivos y de riqueza intactos. Todo lo contrario de lo que preconizaba la doctrina de los bombarderos estratégicos, que sólo dejaban ruina y miseria a su paso.
Estaba luego el asunto del número de pilotos. Una fuerza estratégica dividiría por 2 el número de pilotos y exigiría la creación de un nucleo de artilleros y navegantes de tamaño considerable.
Seamos francos, para un país sin apenas fuerza aérea en 1933 y unos recursos humanos, sensiblemente menores a los de EEUU y la URSS, una fuerza aérea estratégica mínimamente operacional no era una opción. Los detractores a esta tésis enseguida opondrán el caso de Gran Bretaña. Efectivamente, el Reino Unido apostó por los bombarderos estratégicos porque había un canal y una gran marina que les protegía de la invasión terrestre y que de haber tenido un oponente más serio en sus objetivos durante la batalla de Inglaterra hubiera sido completamente aniquilada. Sí, porque la opción de Udet de aviones más ligeros (monomotores y bimotores) no era totalmente opuesta a los 5 puntos de Wever. De hecho, la Luftwaffe de Udet, por llamarla de alguna manera, era terriblemente eficaz destruyendo aeródromos y cortando los movimientos enemigos por carretera a la luz del día. Este enfoque que se mantuvo durante unas semanas en la Batalla de Inglaterra y pudo haber garantizado una superioridad aérea local suficiente para iniciar un desembarco, en cualquier caso, eso es tema de otro artículo.
Volviendo al tema principal, espero haber aclarado que no era casual la estúpida frase de “el führer no va a preguntar cómo de buenos son nuestros aviones, sino cuántos tenemos”. La cita, digna de una caricatura uniformada como era Göring en los años 30, tenía su razón de ser y estaba respaldada, parafraseando a H.G. Wells, por “mentes vastas, frías y calculadoras que, lentas pero implacables, trazaban planes de conquista” . Por su comentario, Göring no era una de ellas.