Hay historias de aviadores que han saltado sin paracaídas, o este ha fallado, y aun así han sobrevivido al llegar a tierra para contarlo. Un ejemplo es Alan Eugene Magee, que en el 43 saltó sobre Saint-Nazarie desde su B-17 y sobrevivió, a pesar de resultar bastante mal herido. Más fortuna tuvo Nicholas Alkemade, artillero de cola de un bombardero Lancaster, que fue derribado y, viendo el panorama de quemarse vivo dentro del aparato junto con el paracaídas que ya había ardido o saltar sin paracaídas, optó por lo segundo. Sobrevivió al salto desde 5500metros, cayendo en un lecho de nieve tras atravesar una cubierta de pinos.
Pues resulta que en España también tenemos historias similares. Este fin de semana he tenido la oportunidad de que me contaran una. Y es que un artillero de un Junkers 52, el que volaba en ‘el cubo’ se quedó dormido y se cayó del aparato. Se despertó tras las líneas, y fue rescatado después.