Tal día como hoy, 21 de Junio de 1919, la totalidad de la Flota de Guerra imperial alemana (a excepción de 2 barcos) se hundió voluntariamente en el puerto británico de Scapa Flow.
Una flota moderna, cara y numerosa (la 2ª en número tras la Royal Navy) que había sido mantenida lejos de peligro durante toda la guerra excepto durante la gran batalla de Jutlandia.
Al final Alemania había acabado la guerra con su equipo de combate más o menos intacto. Había triunfado en el Este y, 1918, el año de su derrota, había sido el más sangriento en cuanto a bajas de los aliados.
Fue la moral interna la que se quebró. La población civil alcanzó su límite y la rebelión de la marina en Kiel, la cual daría lugar al armisticio del 11 de Noviembre de 1918, no fue más que un símbolo de lo que sucedía por todo el país.
Los aliados, en el Tratado de Versalles, pretendieron compensar los enormes gastos de la guerra requisando todo el equipo militar alemán, aquello por lo que el pueblo alemán tantas penurias y sufrimientos había pasado ahora había que entregarlo a la enemigo.
Los aviones enemigos entregados eran exhibidos con cierto respeto en Londres pero en París, fueron acumulados como chatarra en montañas en las plazas para escarnio de los vencidos.
La gran flota de altamar era mucho más valiosa que los aviones humillados en Francia. Eran el arma que se suponía debía haber hecho imposible el bloqueo y que fue incapaz de forzar su salida al Atlántico Norte. Más aún, había sido la marina quien se había sublevado terminando la guerra. Su honor exigía una reparación, una especie de disculpa simbólica, por eso la mandaron a pique.