Lanzar una boma atómica haciendo un looping, con un B-47

De casta le viene al galgo, se suele decir. Y si el 707 hacía toneles, el B-47 hacía rizos, y los utilizaba como maniobra para bombardear con una bomba atómica y luego evadirse.

La maniobra recibe el nombre de toss bombing, o bombardeo sobre el hombro. Aunque entre los pilotos era conocido como el loop del idiota.

El buscar cómo evadirse del enemigo una vez soltada la bomba es tan viejo como la aviación. Y se ha probado de todo. Bombarderos rápidos, para escapar por velocidad, bombarderos furtivos, de altísima cota, seguir el terreno, bombardeo en picado, combardeo en alfombra… y toss bombing. La idea es volar rápido, realizar una medio rizo y soltar la bomba en la parte ascendente de la maniobra. Una vez liberada, ésta sigue una trayectoria balística hasta su objetivo. Y descrita así, uno espera que se realice con cazabombarderos, no con aviones del tamaño de grandes aviones de aerolínea. Sin embargo el siete de mayo de 1957 se mostró en Eglin por primera vez cómo hacerlo con un B-47, un pájaro de más de 30 metros de largo y de envergadura y más de 60 toneladas. El piloto soltaba la bomba en la parte de ascenso del looping, haciendo que la bomba atómica ganara altura, dándole de este modo tiempo a evadirse de la explosión de la misma.

Richard Bach contó en su libro Ajeno a la tierra cómo realizaba esta maniobra con su F-84:

El último pueblo de techos rojos pasa bajo mi avión y, al término de su recorrido, se vislumbra el objetivo: una pirámide de barriles blancos. Quinientos nudos. Conmutador abajo, botón presionado. Los indicadores de tiempo comienzan su cuenta, y los circuitos quedan alertas a la espera del momento de suelta. Lentamente desciendo hasta rozar la copa de los árboles. No acostumbro a volar a 500 nudos, y la velocidad se aprecia nítidamente. Los barriles aumentan de tamaño y su pintura blanca empieza a resquebrajarse. La pirámide es un borrón que pasa por debajo. Mi atención vuelve a la palanca de control; firme y suavemente avanzo hasta los cuatro G en el acelerómetro y centro las agujas del indicador que sólo se utilizan en los lanzamientos de armas nucleares. Las mantengo allí. Apostaría a que las computadoras tienen encogido su corazón. Sólo veo el cielo a través del parabrisas. No me muevo de los G. Las agujas centradas. El sol pasa por debajo de mi avión y BLAM. El avión brinca acusadamente hacia la derecha y se aferra con fuerzas en su rizo y la velocidad aumenta, a pesar de que vamos en invertido. La Forma me ha soltado a mí, más que yo a ella. Los pequeños barriles blancos han quedado a seis mil pies bajo mi cabina. No puedo decir si el impacto fue bueno o no. Eso quedó decidido por las cartas, gráficos, divisiones y ángulos. Yo mantengo las agujas centradas. Las computadoras hicieron su trabajo automáticamente. Y el Artefacto se encuentra en camino. Ahora, mientras aún flota en el aire con la inercia que le ha dado mi avión, mi misión se convierte sólo en un acto de escapar. La palanca de control a fondo, nivelo el avión para que el sol se localice sobre mi cabeza, y corro. Si la Forma llevara neutrones en su interior en vez de lastre de hormigón, necesitaría cada segundo para mi huida, ya que cada instante es un poco más de distancia que me aparta de esa explosión solar, cuya intensidad destrozaría tanto al F-84F como al objetivo hostil.

Richard Bach, Ajeno a la Tierra

Fuentes

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