¡¡Me han dado la suelta!!

El pasado día 6 de octubre tuve uno de esos momentos que todo alumno piloto del cacharro que sea está deseando y temiendo a la vez: la primera vez que vuelas sólo, popularmente conocida como «la suelta».
Normalmente el instructor te da la suelta porque ve que estás preparado, que tienes suficiente seguridad mientras vuelas y clavas los procedimientos. Debí de engañar un poco al mío, porque aunque ya sabía hacer todo, realmente pensaba que me faltaba pulir un poco el vuelo. Aunque Rafa, el instructor, ya me iba avisando que me iba a dejar «sólo ante el peligro» en algún momento cercano.
 
 
Después de dos tráficos en un día muy tranquilo y con aterrizajes bastante buenos, Rafa soltó la temida y deseada pregunta: «¿Te ves para volar solo?». Lo primero que ocurre es que se forma un nudo en la garganta y el estómago se encoje, y aún así, contestas «si» lo más tranquilo posible (debió de ser cuando le engañé) porque es lo que estás deseando desde que empezaste a hacer esto.
 

 
Aterrizamos y acercamos el avión por la pista hacia los hangares, mientras Rafa está soltando una charla sobre lo que quiere que hagas, cosas a tener en cuenta, etc. Le presté toda la atención que pude mientras en mi mente rondaba una duda «existencial»: ¿Donde demonios estaba el interruptor de la radio?, porque en todas estas horas de vuelo creo que lo había utilizado tres veces, hacía ya mucho tiempo. Paro el avión enfrente de los hangares y el instructor baja. ¡¡ESTOY SÓLO!!
 
 
Voy a cabecera de pista y giro el avión para colocarlo en despegue y pongo el freno. Saco la cartilla con los procedimientos de antes del despegue y los voy repasando. El último es «freno de parking OFF».
El plan de vuelo es bastante sencillo, hay que hacer tres tráficos: en el primero mantengo la altura todo el tráfico (2600 pies), el segundo es una rasante sobre el aeródromo y el tercero aterrizar.
 
 
Comunico que estoy listo al despegue y empiezo a meter motor. El avión no se mueve. ¡¡MIERDA, EL FRENO DE PARKING!!. Suelto el freno y doy motor a fondo. El avión se empieza a mover y con los pedales voy ‘conduciéndolo’. Estoy en el aire en un suspiro, ¡como se nota que no tengo al instructor al lado!, y la tasa de ascenso es de 1200 pies por minuto; cuando vamos dos no pasa de 600. Hago los procedimientos de después del despegue como siempre, teniendo en cuenta que como voy yo solo y no quiero llegar a la estratosfera bajo más las revoluciones del motor.
 
 
El avión se nota ligero, sube más rápido, se mueve más (aunque casi no hay térmicas) y hay que andar controlando los parámetros para que no se desboque. La bola (mi gran cruz) se pasea por toda la linea en cuanto me descuido.
 
 
El primer tráfico lo hago muy bien, intento mantener la altura lo más posible. El avión se comporta muy bien y mientras vuelo me voy tranquilizando y disfrutándolo.
 
 
El segundo ya era un poco más complicado. Hay que hacer un rasante sobre el aeródromo. Mientras estoy en viento en cola Rafa pregunta que qué tal voy: «Muy bien, tengo mucha vista hacia la derecha» contesto. Pongo 15 grados de flaps y mientras estoy virando en tramo base bajo el motor. El avión no quiere bajar, así que quito aún más y lo dejo al ralentí. Al llegar al final de la fábrica, ya sobre los árboles del río, meto un poco de motor y pico. Trato de pegarme al suelo lo más posible y doy un poco de motor a mitad de pista para mantener la altura. Entonces escucho a Rafa: «Muy bien, motor y al aire» y obedientemente meto motor a fondo y me peleo con los pedales para mantener el avión recto mientras empiezo a ascender.
Y ya el final del vuelo, tengo que dejar el avión en el suelo, preferentemente de una pieza. 
 
 
Al entrar en viento en cola comunica un helicóptero que anda por allí. Rafa le comenta que tiene tráfico en viento en cola de la pista y el piloto confirma que me ve; el problema es que yo no le veo hasta casi el final del viento en cola, ¡y mira que le busco!, está a mis diez y un poco más bajo. Ahora puedo controlar un poco lo que hace (porque me paso el tiempo mirando los instrumentos). Viro a base bajando el motor y bajo los flaps a tope. A pesar de que he puesto los flaps abajo el cachondo no quiere bajar, estoy con el morro abajo y pierdo velocidad, no altura. Subo un poco el motor y bajo más el morro y parece que ahora quiere «mantenerse» más o menos haciendo lo que yo quiero. De todas maneras, el tramo final hasta la carretera lo hago muy alto, así que bastante antes de llegar a ella ya he cortado el motor a tope. Eso hace que el avión al llegar a la fábrica se desplome y pase un poco bajo por ella (o muy bajo, según el instructor). Me he quedado un poco colgado de velocidad, así que meto motor, mucho motor. Pico y mientras quito el motor. Empiezo la recogida un poco alto, trato de bajar un poco más y me he comido la mitad de la pista antes de que me quede sin velocidad y me desplome, pegando un golpe un poco duro.
Freno y doy la vuelta para dirigirme a los hangares.
 
 
El aterrizaje ha sido duro, pero lo he conseguido ¡¡HE VOLADO YO SOLO!!. 
Rafa, el instructor, y los que andan por allí me felicitan.
Después viene el debriefing y el «has hecho mal esto, esto otro y esto otro» o el «me has engañado, pensaba que estabas más tranquilo». Escuchas lo que te está diciendo con una sonrisa de oreja a oreja que no puedes quitar mientras piensas «si, si, esto lo he hecho mal, esto lo tengo que mejorar, pero que me quiten lo bailao».
Cuando estás allí arriba tú sólo te sientes por un ratito fuera del mundo, disfrutando del vuelo, sólo interrumpido por los chasquidos y los comentarios de la radio. La pena es que dura muy poco. La próxima vez supongo que estaré más tiempo en el aire, je,je.

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